19 de octubre de 2014

¡Justicia por Luciano Arruga!

Vanesa Orieta y Mónica Alegre visitaron el destacamento de Lomas del Mirador en cinco oportunidades para preguntar por Luciano Arruga en las primeras horas de su desaparición. Los policías de la comisaría donde el chico había estado detenido en dos ocasiones ofrecieron, como toda respuesta a la hermana y a la madre, que no lo habían visto por allí (Vanesa ya había escuchado los gritos de su hermano, mientras era torturado en la cocina de esa dependencia: “Sacame de acá que me están moliendo a palos”, pedía el joven matancero de 16 años en una de esas detenciones). La tercera vez que Mónica se acercó a Indart 106 le respondieron: “¡Váyase tranquila, señora, seguro está con una novia! Ya va a volver”. Al quinto día de su desaparición, Vanesa y Mónica presentaron un hábeas corpus confeccionado por ellas ante la Justicia provincial, que el juez de Garantías de La Matanza, Gustavo Banco, desestimó. La investigación para dar con el joven estuvo paralizada el primer mes y medio.

Fue necesario que las mujeres presentaran en abril pasado un nuevo hábeas corpus, esta vez patrocinadas por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza, para que la justicia ordenara al Estado, por intermedio del Ministerio de Seguridad de La Nación, que se cotejaran las huellas dactilares que obraban en el expediente por la desaparición del joven con las de otras personas que yacían en la morgue judicial de la Ciudad de Buenos Aires. Sólo así, después de que no se supiera nada más de Luciano –luego de que la Justicia provincial caratulara el caso como “averiguación de paradero”, durante más de cuatro años, hasta que el año pasado la causa pasara al fuero federal para investigarse como “desaparición forzada de persona”--, y seis meses después de presentado el segundo hábeas corpus, el viernes pasado, en conferencia de prensa en la sede del CELS, Vanesa pudo destacar que los familiares y amigos de Luciano habían vencido: la Justicia y el Estado determinaron, después de cinco años y ocho meses, que el cuerpo de Luciano había sido enterrado en el cementerio de Chacarita, como NN, en febrero de 2009, tres días después de su desaparición.

A Luciano lo desaparecieron funcionarios judiciales, policiales y del poder político que desestimaron, en todo este tiempo, los constantes ruegos de Vanesa y Mónica para que buscaran al “Negro”, como lo conocían en el entorno familiar. También lo ocultaron los medios de comunicación de sus portadas y coberturas periodísticas, olvidos que la prensa interrumpió ocasionalmente algún 31 de enero, fecha en la que fue visto por última vez con vida en el mismo destacamento de la calle Indart al que había sido trasladado para verduguearlo, para hostigarlo por negarse a robar para la Policía Bonaerense, y donde, según un preso que lo vio aquella noche de verano, fue torturado, atado a unas rejas, por los subcomisarios Néstor Díaz y Ariel Herrera, los subtenientes Oscar Fecter y Daniel Alberto Vázquez, y los oficiales Martín Monte, Damián Sotelo, José Márquez y Hernán Zeliz: todos se encuentran hoy en disponibilidad preventiva, pero nunca fueron indagados ni en el expediente por la desaparición forzada del menor ni en la causa administrativa abierta en su contra.

Ayer Luciano volvió a ser noticia. Esta vez algunos medios titularon “Arruga: la triste verdad, tras 5 años de angustia” y señalaron “fin del misterio”. Otros, que publicaron la foto de Mónica descompensada durante la conferencia de prensa en el CELS --en un acto canalla que el Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP) repudia con firmeza--, mencionaron en sus bajadas que el joven de Lomas del Mirador había desaparecido tras denunciar “aprietes policiales” (así, entre comillas). Los trabajadores y las trabajadoras del CTP abrazamos hoy a Vanesa, a Mónica, a los familiares y amigos de Luciano Arruga, y a todas aquellas personas que luchan contra la violencia institucional. Exigimos que la Justicia y el Estado interpongan todas las herramientas de las que disponen para determinar qué sucedió con Luciano Nahuel Arruga entre la noche del 30 y la madrugada del 31 de enero de 2009. También pedimos a los compañeros y las compañeras de prensa que respeten a la familia, los invitamos a que cubran este caso con responsabilidad, sin estigmatizar a un joven de 16 años que fue perseguido por la policía por mantenerse fiel a su madre, que le pedía que cartoneara, juntara botellas, trabajase de lo que fuera, pero nunca robara.

Luciano Nahuel Arruga quería terminar la secundaria y regalarle el diploma a su hermana Vanesa, a quien admiró hasta el punto de tatuarse su nombre en el muslo derecho, y planeaba retratarlo con letras chinas en el pecho, cerca del corazón. Soñaba con conocer el mar. “Me voy a arrodillar y lo voy a agarrar –le dijo una vez a Mónica--. Quiero saber lo que es tenerlo entre las manos.” Y le prometió llevarla a conocer las montañas, viajar por todos lados. Porque estamos convencidos de que los trabajadores y las trabajadoras de prensa debemos generar un periodismo al servicio del pueblo; porque en las entrañas de los medios hay laburantes que damos pelea por visibilizar la violencia institucional; y porque “dar testimonio en momentos difíciles” puede evitar que un crimen cometido por las fuerzas de seguridad quede impune, todas las redacciones pedimos: “¡Justicia por Luciano Arruga! ¡Ni un pibe menos, ni una bala más! ¡Basta de violencia institucional!”.

Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa (CTP)
Twitter: @lasredacciones

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